Dos nadadoras del libro Aguas (Ediciones Del Dock, 2013)
María Inés Mato nadó las aguas
más frías del
planeta;
cruzó el
Beagle, el canal de la Mancha,
un estrecho
impensable del mar Báltico.
Sin trofeos, ni
estadios
sus travesías
parecieron inventadas.
Bordeó el
glaciar en paralelo,
en círculo la
isla de Manhattan;
aguas que
expulsan con su mezcla ácida,
raras aguas que
entregan
su cauce de
vértigo.
María Inés Mato
eligió en lo abierto
mareas de
montaña
y volcanes helados,
oleaje turbio
del mundo sensible
cenizas, peces,
barro.
¿Quién acepta
una nadadora sin pie
o ese imposible
desequilibrio?
Con una pierna
menos y sin prótesis
entrenó como
una disidente;
en el verso
libre encontró ritmos,
palabras que
sostuvieran el calor;
en la falta de
gravedad del agua
se llenó de
voces;
nadar es hablar
con la respiración.
Al mar del sur
le habló con la memoria
de las mujeres
yámanas,
a bordo de sí,
con la corriente
del cuerpo hizo
canoa
para llevar el
fuego a la otra orilla.
María Inés Mato
unió el estrecho
que separa
Malvinas. Brazada tras
brazada, de la
guerra abre olvidos;
una huella de
espuma, un puente blanco,
un rastro en el
agua de los vencidos.
¿Quién acepta
una nadadora sin pie
que explora las
bajas temperaturas,
sin rayas
marcadas ni andarivel,
en las olas de
su propia ruptura?
Con aire, un
mar en contra se horada.
Del agua helada
dijo duele muchísimo
pero es una frontera,
un cruce, solo eso.
Sin traje de
neoprene
se zambulló en
los hielos antárticos,
la gorra de
goma de los nadadores
emergió inédita
entre los témpanos;
un video
muestra el barco guía
y su continuo
braceo
bajo el ancho
vaivén de una gaviota.
Coordenadas
desiertas
que borran
cualquier marca.
Proezas hacia
adentro
probadas con el
pulso.
Si cada persona
es su propio mapa,
el suyo traza
líneas,
casi
imaginarias.
María Inés Mato
buscó aguas frías
mares renuentes
a la aceptación,
nieve hendida
del planeta ¿o qué
callados,
secretos límites cruzó?
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Una nadadora cruza las 103 millas
entre Cuba y
Cayo Hueso,
sobre el
atardecer encendido del mar Caribe;
desde un kajak
alejan
a su alrededor
los tiburones
con un aparato
que emite ondas;
usa unas
antiparras que permiten
la visión
nocturna y a eso se limita
el despliegue
tecnológico.
Cuando hunde la
cabeza al nadar sucede
lo que importa:
el ser frente al obstáculo elegido
para probar que
es.
Se llama Diana
Nyad
y ya cruzó
desde Bahamas,
batió récords.
Tiene 61 años y
no se detiene
mas que para beber
unos minutos
en el apuro de
esa inmensidad.
Cuando nada
parece no haber llorado nunca,
cuando nada
parece que la melancolía no le hubiese roto
los deseos
nunca.
Cuando nada la
fuerza
no es solo
atributo
de los dioses.
Pero la marea
en contra la obliga a desvíos hirientes
mientras el
agua brilla
como una
autopista interminable en la lluvia,
como una hoja
de filodendro agigantado por la lluvia
y el fracaso
ahueca el aire
como un
graznido.
Si abandona, la
meta permanecerá, invisible
en la mañana
después del cansancio,
en la noche
anterior de la necesidad;
cuando crece la
necesidad no hay sal, ni sed, ni sol
enceguecedor
que melle
la voluntad de
ir.
Pero ella nada
ahora. Es dura, entrenó, bracea,
no se desgastó
en lo inútil;
tiene 61 años y
toda una vida de nadadora.
Para hacer honor al título del blog un poema de Química diurna
Paisaje diurno
Movida por el viento
una rosa tardía te
recibe
y
la alfombra de hojas
en
remolinos amarillos,
al
abrir temprano
la
puerta del patio;
giro,
luz de las primeras horas
que cambia los objetos
deseclipsa la mirada,
pone en fuga el monólogo
diario de deber
y conflicto;
viento
en círculos
sobre
las hojas,
primeras
hebras
de
un tejido
para
improvisar;
nevada
amarilla desde árboles
sin
especie identificable
sin
cuidados;
algún
rugoso sepia en el aire
donde
también hace señas,
con
sus flores violáceas,
una
prímula
y
lo que creías centro
es
un día apagado, anterior
al
movimiento de percibir
inestable
y único
el
paisaje conocido,
reubicado como vos
en
un cruce
de
coordenadas invisibles
para
la destrucción;
mientras
todavía
no
has soltado el picaporte
pero
el viento,
también
te arremolina
en
el pedacito más expuesto
de
la casa;
cuando
toda frontera yerma
puede
traspasarse
y
no hay resabios
ni
causa
simplemente
suceso,
disolución
de lo grave
en
la química diurna